Puede
fallar. Aunque el número tres se asocia a la idea de perfección, Martín y yo
tenemos la evidencia de que un trío puede fallar.
Y lo
peor, es que a veces es demasiado tarde cuando se ve que la noche sensual y morbosa
que se preparó con dedicación y esmero va derechita al fracaso.
Porque
uno tiene la conciencia tranquila… Se dieron todos los pasos necesarios: lectura
atenta de perfiles, selección de los más afines, intercambio de skype, charla/s por chat, un café para conocerse y
ver qué onda… Todo en orden, nada puede salir mal. Error.
Es
cierto que después -en el caso concreto del que hablo- al analizar el porqué del desastre advertimos señales
que en el entusiasmo inicial pasamos por alto: vueltas y más vueltas para
acordar el lugar de encuentro, excesiva preocupación por cómo se dividiría la
cuenta del hotel… Pero hubo un comentario
que nos hizo avanzar pese a esos pequeños detalles negativos: el relato de una
anécdota que pintaba a nuestro tercero como un superdotado (y no me refiero a su
intelecto).
No
somos ingenuos: sabemos que muchas veces las autodescripciones son exageradas, por
no decir mentirosas. Pero ¿puede alguien mentir con algo tan fácil e inmediatamente
comprobable como el tamaño? La respuesta, por desgracia, es sí.
El
comentario previo había sido: “me contacté con una pareja, pero cuando les mandé
una foto me dijeron que con una pija tan grande no iban a poder, que no se
animaban”.
¡¿Taaan
grande sería?! Fuimos al hotel con gran expectativa. Casi no podía esperar a verlo
desnudo para tocar esa maravilla y disfrutarla. Pero cuando por fin llegó el
momento, no encontré qué tocar. Mucho menos disfrutar, claro. La pija parecía
inexistente de tan chica. En un segundo Martín y yo comprendimos la ironía de
aquel comentario, que nuestro amigo nunca llegó a captar. ¿Mecanismo de
autodefensa, tal vez?
A
partir de ahí, todo fue remarla y remarla. Créanme que un turno de tres horas
puede ser una eternidad. La pija chica -¡chiquitísima!- ya era decepcionante,
pero si a eso le sumábamos eyaculación precoz -¡precocísima!- y un no saber qué
hacer más que pajearse mirando a la pareja con la que compartía la cama… estábamos
al horno.
Esa
noche chupé lo inchupable y soporté más tiempo que el soportable que intentara
torpemente darme algún tipo de placer (que se sepa: un dedo puede ser auxiliar
de una pija, pero nunca su reemplazo).
Por su
parecido físico, recordamos a nuestro partenaire de esa noche como “Fito Páez”.
Solo lo recordamos porque nunca volvimos a verlo, por supuesto. No somos un par
de malvados, así que no le detallamos lo mal que lo habíamos pasado. Eso –sumado
a su enorme capacidad de negación– lo
llevó a proponernos nuevos encuentros y aún hoy likea algunas de nuestras
fotos. “¿Se cortó la onda, chicos?”, nos dijo en un mensaje. No, Fito, quedate
tranquilo. ¿Acaso puede cortarse lo que nunca existió?
No hay comentarios:
Publicar un comentario